martes, 11 de mayo de 2010

No hay mensaje, el mensaje soy yo

Abro el cajón, cojo las llaves, me despido de los duendes que habitan en mi casa y que no paran de hacer ruido, y bajo rápidamente las escaleras de casa, saludo al portero sin preocuparme mucho de si me ha escuchado o no y sigo corriendo hasta la siguiente calle, tropiezo, me repongo, escucho las misteriosas ranas que habitan en el charco sólo los días pares, dejo de escucharlas a los tres segundos, llego a la esquina por la cual diviso la estación de metro. No está. Dejo de correr, respiro y ahora camino despacio, me pongo los cascos, llego a la estación y tarareo en voz alta una canción, me mira una señora, me sonrojo, y me callo, pero me alejo de la gente para poder seguir cantando. Shalalalala turururururu …. Cinco canciones después llega el tren chispita. Lo veo llegar, ese trenecito, pequeño, frío y caliente, vacío y lleno, odiado y querido a la vez. Me subo, abro mi libro y me sumerjo en el mundo de Rahel y Estha, y en los sonidos de las rumbas tristes que me alegran tanto.

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