domingo, 7 de marzo de 2010

Te llamaré viernes

"Manuela caminaba, esforzándose por hundir los pies en la tierra de los angostos senderos que delimitaban las parcelas sembradas, sin rozar jamás siquiera el borde de los surcos labrados, caminaba y sonreía, con los zapatos en la mano y toda el agua del mundo cayéndole encima, y no hacía nada más, sólo pasear, avanzando metódicamente un pie sólo después de haber posado el talón del otro sobre el suelo, moviéndose con la enfermiza precisión de una lunática, dejándose empapar por la lluvia, que había calado ya en su blusa, pegando la tela blanca a su cuerpo como una segunda piel que ella rechazaba de vez en cuando pellizcando un trocito de tela con los dedos y tirando de él enérgicamente hacia fuera para que todo su cuerpo se llenara de fantasmagóricas bolsas de aire bajo el tejido translúcido y el agua se volvía aceite sobre su pelo, ahora liso y uniforme, negro y brillante, pesado, y un diminuto riachuelo transparente se precipitaba en el vacío desde la punta de su nariz sin que ella hiciera nada por impedirlo, por evitar una sensación seguramente molesta."



Almudena Grandes



"Los niños no son capaces de emocionarse con sus propias historias porque aún no saben que van a morir, pensó luego, mientras se aferraba por puro instinto al definitivo de sus cuentos íntimos, una fantasía enloquecida, tributaria de la épica triunfante en su propio siglo, que convertía el universo entero en una diminuta casa de muñecas, el juego favorito de un monstruoso niño extraterrestre en cuyo reloj los milenios apenas eran capaces de mover el segundero y cuya inteligencia abarcaba hasta las más insignificantes acciones transcurridas en los días y las noches de la tierra, un niño desmesurado, gigantesco, pero niño al fin, que se divertía tirando de los hilos invisibles que rigen el tiempo y el destino de cada hombre, la historia de la Humanidad apenas un pasatiempo, un recurso pasajero para matar el tedio de una tarde de lluvia, allí en el fantástico e inasequible planeta que ningún humano hollaría jamás, ni vivo ni muerto, dormido o despierto, y que él pronto pobló de otros niños, propietarios de universos distintos, hermanos y compañeros de aquel remoto monstruo al que siempre evitó llamar dios."



Almudena Grandes

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